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Vocación - Moisés Martínez Berrio

ilustacion leferriere

Sandwiches con dibujo sorpresa

«Dichoso es aquel que mantiene una profesión que coincide
con su afición».
Georg e Bernard Shaw (1856-1950), escritor irlandés

«Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni
un día de tu vida».
Confucio (551-478 a. C.), filósofo chino

Un dragón, un cohete, un platillo volante, una gallina jugando
al golf, un vampiro, un gusano, una hamburguesa,
un código de barras, un murciélago, un lápiz, un laberinto
o un pastelito con patas. ¿Qué tienen en común? Todos
ellos son algunos de los más de mil dibujos que el diseñador
e ilustrador estadounidense David Laferriere lleva haciendo
para sus hijos desde el año 2008 como regalo diario.

Laferriere los dibuja en la bolsa de plástico donde mete los
sándwiches y los niños no descubren la sorpresa hasta que
llega el momento del recreo (de recrear, claro). Lo normal es
que la sorpresa sea averiguar si el bocadillo es de jamón, de
atún o de queso, pero los descendientes de Laferriere tienen
la fortuna de descubrir desde una calavera hasta un míster
Potato, pasando por un zapato o un patito con paraguas.

No hace falta, pues, ni siquiera hablar sobre el «trabajo real»
de este ilustrador para darnos cuenta de que se trata de una
profesión vocacional. Y como sabéis que nos encanta zambullirnos
en las páginas de los diccionarios, descubrimos que
«vocación» proviene del latín vocare, es decir, llamar. Un llamado
que transformamos en el deseo de dedicarnos a una
profesión incluso cuando no hemos iniciado estudios ni preparación
para ella. O eso nos parece. La preparación surge
sin darnos cuenta, cuando un futuro ilustrador garabatea
monigotes en los bordes de las páginas del cuaderno escolar.

Cuando un futuro mecánico investiga con un destornillador,
unas tijeras y unos ojos como platos las entrañas de ese
coche de Scalextric que suelta chispas en el circuito. Cuando
una futura actriz se zambulle en el armario de sus padres e
improvisa diálogos ante un paciente espejo ataviada con camisas,
vestidos y zapatos varias tallas más grandes. Cuando
un futuro profesor sienta ante él su particular colección de
ositos, lobos y peces de peluche para que escuchen atentamente
la lección y, sobre todo, que lo hagan en silencio o
no saldrán al patio.

Y eso que (sí, volvemos al diccionario) «trabajar» procede
de trepalium, también latín, un concepto no precisamente
agradable, ya que se refería a un instrumento de tortura
formado por tres palos a los que se ataba al prisionero. La
palabra evolucionó (sí, hasta las que definen el horror lo hacen)
para adquirir el sentido de molestia o penalidad y, más
tarde, el de trabajar.

Una idea, pues, contraria a la de vocación y más centrada
en el sufrimiento y la resignación. Bueno, que se lo digan
a los hijos de Laferriere, que ahora deben estar bajando las
escaleras hacia el patio siendo la envidia de sus compañeros
al observar el monstruito del día. El bocata, de mermelada
de fresas.

--
Moisés Martínez Berrio.
Fundador de Coachingames. Autor de Biopolis.
Formador Internacional en Liderazgo, Coaching e Inteligencia Emocional.

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